Día del Idioma:
Y ¿tú qué hubieras hecho en su lugar?
Entregado: 28 de abril de 2022
Imagina esta escena.
Tres niños: uno de 10 años, otra (yo) de 9 años y otro de 7 años. La mamá está de viaje. Los tres niños van a parar a la casa de la abuela por una temporada. El papá trabaja todo el día. Y es hora de las tareas.
Mi abuelita nos sentó a los tres juntos en la mesa del comedor de su casa y nos dijo lo que dicen las abuelas en esas circunstancias: “No se paran hasta haber terminado”.
Viendo por la ventana una tarde soleada y teniendo la libertad de la lejanía de los papás, a regañadientes llenamos la mesa de lápices de colores, cuadernos y mucho tedio.
Mi hermano menor preguntó: “¿Por qué se celebra el Día del Idioma?”.
¿Sabes? Lo fácil hubiera sido decirle que subiera a la biblioteca de mi abuelito, que agarrara ese tomo amarillento de la enciclopedia —tan grande que podría ser la boca de un dragón— y que lo leyera.
Pero la enciclopedia se quedó empolvada, como lo está hoy.
Mi hermano mayor tomó la palabra: hubo guerras, batallas entre reyes y hasta un bando perdedor. Todo, con espadas, luchas y una historia tan sangrienta que bien hubiera podido ser verdad.
Mi hermano menor, de tan solo 7 años, lo escuchó, con sus puntos y con sus comas, y anotó todo en su cuaderno. Con el mismo entusiasmo que mi hermano mayor narraba, mi hermano menor escribía.
Fue un capítulo de la historia de la humanidad fascinante.
Pero, obvio, a la profesora no le pareció igual.
A mi hermano menor lo regañaron, le dijeron que era un invento, que el Día del Idioma se lo deben a un tal Miguel de Cervantes y que, aunque en su libro hay un caballero andante que lucha para “desfacer entuertos”, en nada se parecía a la historia que mi hermano menor contó y que mi hermano mayor le narró.
Hoy, casi 30 años después de ese episodio, estoy convencida de que lo que ocurrió ese día es la magia de la lengua y la razón de ser del Día del Idioma: un invento, una narración, un juego de palabras.
¿Para qué más sirven las palabras que para contar historias, para compartir y para emocionarnos?
Si yo hubiera sido la profesora, no hubiera habido regaño. Era una narración que da cuenta de lo que somos: seres vivientes que narran, cuentan y usan las palabras para lo que necesitan (claro, sin inventos).
Y ¿tú?, ¿qué hubieras hecho en su lugar?
Te envío un abrazo.
Disfruta tus palabras. Úsalas para comunicar, para vender, para emocionar. Úsalas y valóralas. Te llevarán a donde quieres.
Chaíto,

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